domingo, 16 de enero de 2011

LA PUTA DE OROS

LA PINTA

María Luisa Arnaiz Sánchez

Femme au miroir, Paulus Moreelse, 1627

   Texto: “El deseo de la carne no existe en sí mismo para Venus pues la lascivia da oro, joyas y toda clase de riquezas”. 

Sota < subtus, debajo:
1. f. Carta décima de cada palo de la baraja española, que tiene estampada la figura de un paje o infante.
2. f. Mujer insolente y desvergonzada.
3. com. Arg. y Ur. Persona que finge no saber o no conocer.

Perico < Pero, Pedro, diminutivo:
7. m. Persona, especialmente mujer, que gusta de callejear y es a veces de vida desenvuelta.

VERLE LAS PATAS A LA SOTA
1. loc. verb. coloq. Arg. y Ur. “ver las orejas al lobo”.

Cambio de género

   El coloquialismo “verle las patas a la sota” creo que no se dice en España, mientras que es harto frecuente oír “me cago en la puta de oros” como exabrupto. La palabra “perico” no se usa en la acepción séptima que aquí nos interesa, su equivalente es hoy “lumi” u otro sinónimo, no obstante permanece fosilizada como femenina para denominar a la sota en el juego del truque. 

 La partida de naipes, Balthus, 1950

   Pues bien, en una lejana clase de Filología Románica el profesor  divagaba sobre modismos y de repente preguntó si habíamos oído el de “conocer por la pinta”. Asentimos. ¿Su origen? Mutis. De ese día son estos recuerdos: los reyes de la baraja representan a David por la Biblia, a Alejandro por la Antigüedad, a Carlomagno por la Cristiandad y a Arturo por la Mitología medieval; los palos reflejan los estamentos: oros, la monarquía, copas, la iglesia, espadas, la nobleza, bastos, el pueblo. Se simbolizó a la sociedad como en un titirimundi y se ignoró que la Iglesia católica castigara el juego.

Infierno, El Bosco, finales del XV

   Así pues, ese día supe que la “pinta” era la raya que enmarcaba las cartas: continua en los oros, con una interrupción en las copas, dos en las espadas y tres en los bastos, luego un jugador podía saber los palos mirándolas por arriba o por abajo. Esa señal en los naipes españoles (los franceses minimizan los palos en los ángulos) evitaba conchabarse a mirones y jugadores. Entonces comprendí el “conocer por la pinta”, y otras frases hechas del mundo truhanesco como “descubrir el pastel”, barajar los naipes de modo que se tome quien los reparte lo principal del juego, dar el pego”, pegar con disimulo dos naipes para que salgan como uno solo, etc.

Baraja española

 Los jugadores de cartas, Caravaggio, 1594

 Baraja francesa

   Ahora bien, ¿por qué se eligió a la sota de oros como blanco de la contrariedad, de la mala suerte? Voy a exponer lo que sé sobre el tema. Es sabido que el español, siempre transgresor por tanta prohibición eclesiástica, tiende a la escatología y probablemente acuñó “cagarse en la puta de oros” y su correlato “el rey de bastos” a causa de las pérdidas que le ocasionaban las aventuras fulleras y puteras. Carlos V, que mantuvo un buen caldo de cultivo al respecto con ejércitos por toda Europa y aprobó el estanco de tabaco, cartas, pólvora, etc., para monopolio de la Corona, aparece a la izquierda de Margarita de Austria (FM en el vestido, ¿Filia Maximiliani?), a punto de echar un rey de picas ante la sota que ella ha jugado, mientras el cardenal Wolsey prepara un ocho.

Los jugadores de cartas, Van Leyden, 1520

 Góngora, el excelso poeta ludópata, nos proporciona una pista:

                                Dejad los libros ahora,
                                señor licenciado Ortiz,
                                                lo demás, letrado amigo,
                                que io os pudiera decir,
                                por mi fee que me ha rogado
que lo calle el faldellín;
aunque por bruxula quiero,
(si estamos solos aquí)
como a la sota de bastos
descubriros el botín […]

   El poeta parece aludir aquí al dicho usual en Argentina “verle las patas a la sota” o “verle las patas a la perica” en Puerto Rico. Daniel Devoto dice de la expresión “por brújula”: “descubrir poco a poco las cartas para conocer por las rayas o pintas de qué palo son”; y Covarrubias: “a los jugadores de naipes que muy despacio van descubriendo las cartas y por sola la raya…dizen que miran por brúxula o que brujulean”. Sin embargo, fue Domingo Ynduráin quien me hizo notar la clave erótica de “botín”.

Jugadores de cartas, Jan Miense Molenaer

   Asegurémonos. Si un jugador brujuleara por abajo y su carta fuera una sota, vería unos botines, en cuyo caso el juego polisémico de Góngora en los versos anteriores resulta evidente: “descubriros el botín” es tratar de un encuentro sexual. Y si el emisor utiliza un símil del juego, “por bruxula”, es porque actúa confidencialmente. Luego a nadie se le oculta que sota y puta tenían el mismo significado y que se necesitaba un buen botín para comprar favores amorosos (y para apostar en los juegos). Ynduráin incluso va más lejos porque se cuestiona la causa de seleccionar, de entre todas las sotas, a la de bastos. Los datos literarios aportan la razón:

La pareja, Van Loo, 1660

   Quevedo:

Estábase Teresa de Locía
atando el *cenojil, la pierna alzada […]
Lucas Gil la miraba y pretendía,
y viendo la ocasión aparejada,
arremetióla sin decir nada […]
El mozo era pujante de natura,
y mostrándole el basto, dijo “envido.”

   Villamediana:

Éntrale el basto siempre a la doncella
cuando de oros el hombre no ha fallado […]

    Góngora:

Si habéis sido vos malilla,
y otro el basto os atraviesa,
y al que os ve el juego y le pesa
le matáis con mi espadilla.

   *Cenojil: liga para asegurar las medias por debajo de la rodilla. “Atravesar el basto”: “aver kópula entre ombre i muxer; o aver otro puesto impedimento”, Correas. 

Subiendo la media, Toulouse Lautrec

   Consecuentemente, Góngora pensó en la sota de bastos porque asoció el carácter sexual de las dos palabras, “botín” y “basto”. Mi teoría es, pues, que la sota, identificada por antonomasia como “puta de oros” y pretexto para que media España se esté cagando sin cesar, es una reminiscencia de la falta de oro que padecían los ejércitos imperiales de Carlos V, que estaba en manos del banquero Függer. Los soldados maldecirían su suerte al verse apremiados a satisfacer su sexualidad y pagar sus deudas lúdicas por carecer de dinero, hallando la afortunada imagen contra la que lanzar sus groserías en el medio que los acogía. El sexo prohibido y el juego clandestino valían su peso en oro y América estaba en el horizonte. 

Los jugadores de cartas, atribuido a Le Nain

   Añadiré, por sabido y probado, el papel decisivo que jugaron los pies en mi hipótesis pues el paje (valet, jack) se convirtió en trotaconventos, celestina, lo que demuestra no solo el sustantivo “perico” que, aunque masculino, se daba a la mujer que callejeaba, sino también el alcahuete del romance gongorino. La costumbre eufemística de nombrar el sexo por pies o piernas viene de lejos: “Al recién nacido que sale de entre sus pies”, Deuteronomio 28, 57; "te ofreciste a cuantos pasaban" (‘divisisti pedes tuos’, separaste tus pies, te prostituiste), Ezequiel 16, 25; “meter la pata”, “derecho de pernada”, “entrar con buen pie”, “to put the foot in it in the mouth”, etc. Hasta en vasco se dice igual sota que coja, “txanka”, y en la iconografía cristiana el pie es símbolo mágico ya que María vence a la serpiente pisándola.

Mujer arreglándose, Jan Steen, c. 1661

  También la de relacionar sexo y zapatos, tal vez adornados con campanitas, por ser los oros, ‘Schellen’ en la baraja alemana, unos cascabeles:

                                Baite conmigo, Juana,
i berás qué te daré:
darte é botín serrado
que te repique en el pie.

Que pida a un galán Menguilla
cinco puntos de servilla,
bien puede ser;
mas que calzando diez Menga,
quiera que justo le venga,
no puede ser. (Góngora)

   “Tenía cada noche con mi amo mil cuestiones con ella sobre que yo la descalzaba, por presumir que no era yo eunuco, y por verme algo bonitillo de cara y no tan muchacho que no pudiera antes calzar y descalzar” en “Estebanillo González”, 1646.

El columpio, Fragonard


9 comentarios:

  1. Bueno, bueno, ahora sabemos mucho más de las cartas y de la sota de oros en especial... Fíjate que yo dije alguna vez esa frase sin saber exactamente a que me refería...

    Gracias... Esa escena de película es grandiosa...

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  2. Todos usamos expresiones sin preguntarnos su origen y algunas son muy elocuentes. Un saludo.

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