miércoles, 10 de junio de 2015

LOS ZO’ÉS

PEQUEÑA Y AISLADA CIVILIZACIÓN

Antonio Campillo Ruiz

Familia Zo’é
© Fiona Watson/Survival

   Los zo’és son una pequeña y aislada tribu que vive en las profundidades de la selva amazónica en el norte de Brasil. Tan sólo mantienen un contacto continuo con foráneos desde 1987, cuando misioneros de Misión Nuevas Tribus levantaron un puesto en su tierra. Ésta ha sido oficialmente reconocida por el Gobierno, que controla el acceso a ella para minimizar la transmisión potencial de enfermedades como la gripe y el sarampión. Los zo’és viven en grandes casas rectangulares con techos de paja, abiertas por todos los laterales. En ellas, varias familias viven en comunidad, duermen en hamacas que cuelgan de las vigas y cocinan en las hogueras a cielo abierto que hay por los laterales. Las comunidades de los zo’és están rodeadas por grandes huertos donde cultivan mandioca y otros tubérculos, pimientos, bananas y muchas otras frutas y verduras. Cultivan algodón, que después utilizan en ornamentos corporales y hamacas, para tejer los portabebés y para unir las puntas de las flechas.

Una familia zo'é descansa en las hamacas
que hacen con la fibra de las nueces brasileñas.
© Fiona Watson/Survival

   Los zo’és son polígamos, y tanto los hombres como las mujeres pueden tener más de un compañero/a. Es bastante común que una mujer con varias hijas se case con diferentes hombres, algunos de los cuales podrían casarse más tarde con éstas. Todos son iguales en la sociedad zo’és. No hay líderes, aunque las opiniones de hombres particularmente elocuentes, conocidos como yü, tienen más peso que las de otros en asuntos como el matrimonio, la apertura de viejos huertos o el establecimiento de nuevas comunidades. Los hombres zo’és son cazadores muy hábiles. Se suele cazar individualmente, pero en determinados periodos del año (“la época del mono gordo” o del “rey zopilote”) se organizan cacerías colectivas. Cuando las manadas de pecaríes se concentran, los hombres zo’és cazan en grupo, corriendo frenéticamente tras estos animales a los que disparan flechas, mientras las mujeres capturan a las crías asustadas, a las que llevan a sus hogares y crían como mascotas, o lo que ellos denominan raimbé. Los zo’és también pescan utilizando arpones y timbó (un veneno para los peces hecho a base de enredaderas machacadas).

Un grupo de zo'é descansan junto a 
uno de sus ríos preferidos, Brasil. 
© Fiona Watson/Survival

   Desde que son jóvenes, los zo’és llevan el m’berpót: un largo palo de madera insertado en su labio inferior. Los zo’és cuentan cómo uno de sus antepasados, Sihié’abyr, les enseñó a utilizar el palo del labio. Una de las ceremonias más importantes, y un rito de paso de niños a adolescentes, es la perforación del labio inferior. Para hacerla emplean el afilado hueso de la pierna de un mono araña. Después introducen un diminutom’berpót. Los niños pasan por este ritual cuando tienen unos siete años y las niñas con nueve. A medida que crecen, se les van insertando palos de mayor tamaño. Las mujeres llevan sobre sus cabezas elaborados tocados que hacen con las suaves plumas blancas del pecho de los zopilotes (una especie de buitre), y pintan sus cuerpos con urucum: una pasta de color rojo intenso realizada a base de semillas de anato machacadas.

Como muchos otros pueblos indígenas de América del Sur, los 
zo'é utilizan la pasta de anato para pintar sus cuerpos y sus rostros. 
© Fiona Watson/Survival

   Los rituales marcan numerosos aspectos de la vida de los zo’és, como el nacimiento y la muerte, la primera menstruación de las jóvenes y el primer tapir cazado por los jóvenes adolescentes. Quizás, la mayor ceremonia colectiva sea el seh’py, que puede realizarse para marcar cualquier acontecimiento importante. Recibe el nombre de la bebida no fermentada que se sirve durante el ritual, hecha con tubérculos de temporada. Para la ocasión, los hombres se visten con largas faldas de fibra llamadas sy’pi. Hombres y mujeres bailan juntos durante toda la noche unas danzas únicas que acompañan con cánticos. Al amanecer, los hombres terminan la bebida y la expulsan vomitándola todos al mismo tiempo.

Actualmente la población de los zo'és se ha estabilizado, 
tras las devastadoras epidemias que los asolaron en la 
década de los años ochenta.  © Fiona Watson/Survival

   Como muchos otros pueblos indígenas que han sido recientemente contactados por la sociedad nacional mayoritaria, la vida está cambiando para los zo’és. 
Algunas personas han acusado a la FUNAI, el departamento de asuntos indígenas del Gobierno brasileño, de mantenerles en una especie de “zoo humano”, a cuyo territorio se permite el acceso de muy pocas personas, al tiempo que se persuade a los zo’és para que no salgan fuera. Pero esta política indudablemente ha salvado vidas, y la población de los zo’és se ha estabilizado y está creciendo en estos momentos. No obstante, los zo’és sienten curiosidad por conocer a sus vecinos y el mundo que hay más allá de sus límites territoriales, y han expresado su deseo de aprender más sobre el mundo exterior. Los zo’és siguen siendo una tribu muy vulnerable. Su población es pequeña y son extremadamente propensos a contraer cualquier enfermedad común frente a la que no han tenido tiempo de hacerse inmunes.

Las mujeres zo'é suelen llevar a sus bebés en portabebés que 
tejen con fibras de palma o el algodón que cultivan en sus huertas.  
© Fiona Watson/Survival

   Hasta la fecha, su territorio se ha mantenido relativamente libre de invasiones y en 2009 fue oficialmente ratificado por el Gobierno para su ocupación y uso exclusivos. Sin embargo, existe una creciente presión sobre la tierra de los zo’és por parte de cazadores, mineros y de los cientos de recolectores de nueces que amenazan las ricas reservas de los árboles nuez de Brasil. 
También hay misioneros evangélicos que intentan acceder a su territorio. Cualquier incursión de foráneos podría entrañar graves riesgos para la salud de una tribu tan aislada. Los cultivos de soja situados al sur del límite del territorio zo’é avanzan constantemente hacia el norte, y se teme que pueda ser difícil mantener a los agricultores fuera de este amplio territorio, a menos que se lleve a cabo un riguroso programa de protección territorial. En febrero de 2011, por primera vez, un grupo de zo’és viajó a Brasilia, la capital de Brasil, para reunirse con varios órganos gubernamentales. Hablaron de sus preocupaciones por la presión sobre su territorio y dejaron claro que desean participar activamente en un programa para protegerlo. También manifestaron su deseo de contar con un programa educativo adaptado a sus necesidades, así como de otro que forme a los zo’és como agentes sanitarios. El reto es ser capaces de ayudar a los zo’és a entender e interactuar de forma igualitaria con el mundo exterior, sin comprometer su modo de vida ni su tierra.

Es importante visionar el vídeo a plena pantalla.

4 comentarios:

  1. No esta mal que de cuando en cuando nos vuelvas a la realidad de los genocidios. Nuestra memoria suele ser flaca.

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  2. Ayyyy Antonio, me has quedado hechizada con tu entrada, sabía de tribus amazónicas que sobrevivían en la selva, pero nunca jamás había oído hablar de los Zo´és, es increible su manera de vivir. Me estaba preguntando muchas cosas según estaba leyendo tu entrada, pero al ver el video, ya me han cautivado y por supuesto estoy a favor de conservar esta cultura y a estas personas vulnerables a tantas enfermedades epídemicas como tenemos los blancos. Nuestra intervención puede ser un genocidio que acabe con ellos.

    ¿No utilizan ningún mueble, verdad? ¿ y el dinero le desconocen ? ¿se rigen por el trueque cómo en el Neolítico? ¿Sabes que utilidad les proporciona el palo en la barbilla? ¿o acaso es una distinción de la tribu para diferenciarse de otras?

    Gracias Antonio por esta entrada llena de una forma de vida mimetizada con la naturaleza, nunca imaginé que algo así estuviese ocurriendo en pleno siglo XXI con tanto adelanto, destrucción y como unos intentan someter a otros hombres, por guerras, asesinatos y violaciones de los derechos humanos. Estos hombres viven con una paz increible el pasar de los días... y creo que deben sentirse muy felices... esto es lo que conocen desde su infancia y no ansian nada más, no como nuestro mundo loco de consumismo y poder.

    Te dejo mi sincero abrazo desde un lugar del corazón.
    Ángeles.

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  3. La fuerza con que divulgas la vida y la historia de estas tribus, amigo Antonio, hace, a veces, que me sienta muy pequeño, que no hago nada por nadie ... que no hago nada más que quejarme ... por nada.
    Un abrazo

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  4. Desconocía este tema. Así que te agradezco hayas compartido una información tan interesante.

    Un fuerte abrazo.

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